viernes, 31 de enero de 2014

Capítulo 1



Dos días sin salir de mi habitación y ya se supone que estoy rara… Oh si, así es la mente de mi madre, dos días encerrada, y parece que se vaya a acabar el mundo.

NO.

Solo quiero estar sola, lo único, no veo nada raro en que una adolescente de dieciséis años decida encerrarse en su propio mundo – o en su habitación – cuando le venga en gana, pero parece que mi madre si, ella es así, desde que cambiamos tanto de casa a causa del trabajo de mi padre se siente culpable, aunque a mí no me molesta, estoy acostumbrada, e intento no hacer muchas amistades cuando llego a un lugar. Igualmente, no lo hago.

- ¡Katherine, haz el favor de bajar a cenar! – Dios, me saca de quicio, odio queme grite de esa manera, aunque sea porque estoy en el piso de arriba, lo hace con un tono de ‘’Vamos, levanta el culo de ahí y baja a comer con tu adorada familia’’

- ¡KAT, MAMÁ, KAT! – La corrijo gritando de la misma manera, no me gusta que me llame Katherine, yo siempre prefiero Kat, es así como me presento a todo el mundo, y es así como me llamo, punto.

Me levanto de la cama y dejo el libro que tenía en las manos sobre la mesita, suelo leer mucho, pero no soy de leer el mismo libro mil y una veces, no, prefiero cambiar cada poco, a veces empiezo uno nuevo sin ni siquiera haber acabado el anterior.

Bajo de mala gana las escaleras hasta el piso de abajo, donde se puede oler el arroz cocinándose, y como no… El pescado.

Mi madre tiene una exagerada obsesión con el tema del pescado, SIEMPRE y digo SIEMPRE, me pone algo de pescado en cada comida, en todas, sin excepción, no hay plato en mi casa que no contenga un poco de pescado, ya sea entero, troceado, o hecho puré, da igual, siempre está ahí, no me gustaba mucho, pero al final acabé por acostumbrarme.

Mi padre ya está en la mesa, como siempre él es el primero, mi padre… ¿Cómo se define a un padre? Ni idea, pero lo haré a mi manera.

Mi padre es un hombre alto y corpulento, su pelo corto, muy corto, ni un solo mechón que salte de su cabeza, está cortado a cero totalmente, y el que tiene, lo tiene hacia arriba, es decir, en punta, si, en punta, negro, aunque creo que teniéndolo tan corto no se puede ver bien el color, solo sé que es oscuro, si llegase a ser rubio sería invisible, pero no, no lo es. Sus ojos son normales, unos ojos negros, marrones oscuros… Negros, grandes y oscurísimos.

Su mirada es de lo más intimidante que puede haber en este maldito mundo, me parece que de ahí viene mi mucho cuidado con enfadarle, no me hace falta que me pegue, que nunca lo ha hecho ni lo hará, pero me mata con la mirada.

- Katherine… -Empieza él, y sé que va regañarme, igualmente, yo le corrijo:

- Kat.

- Katherine– Insiste y sigue antes de que pueda corregirle de nuevo – Cariño, ¿Te ocurre algo?

Debo decir que me impresiona su pregunta, me esperaba algo tipo ‘’ ¡Si sigues encerrándote en tu habitación, olvídate de ver más la luz!’’.

- No me pasa nada, papá.

- Sabes que puedes confiar en nosotros para todo, ¿Verdad? – El me toma una mano, y yo miro la suya, que tiembla, me parece que algo falla, a él sí que le pasa algo.

- Papá, que estoy bien, de verdad – Tiro de mi mano y la escondo bajo la mesa, apoyada en mis piernas.

Noto a alguien detrás de mí, y es mi madre, ella se sienta después de dejar mi plato y el de mi padre, y grita:

- ¡Dylan! ¡A cenar!

Dylan es el asqueroso de mi hermano, de verdad que no le soporto, tiene un año más que yo, y aunque sea mi hermano, tengo que reconocer que esta exageradamente bueno.

Dylan es alto, bastante más que yo, con el pelo corto echado hacia un lado, castaño claro, más bien dorado, es atlético y musculoso, y como no, ahí están, sus ojos. Sus ojos son como los míos, azules, pero los suyos son más claros y brillantes, preciosos. A veces pienso que estoy enamorada de mi hermano, pero le escucho y se me pasa.

Le veo bajar las escaleras, viste una camiseta banca ajustada y unos vaqueros azules, yo le miro, una mirada asesina, y él me sonríe pícaro. Luego al pasar por detrás de mí para sentarse me sacude el pelo.

- ¡PARA! – Grito dándole un manotazo y el ríe.

- ¡Katherine! – Me regaña, como no, mi padre, yo no replico, y miro a Dylan entrecerrando los ojos, mientras susurro ‘’Te mataré’’.

Sobre mí, yo soy creo la más baja de la familia, una familia de personas exageradamente altas, no espera, personas no, son PINOS.

Mi pelo es rubio con algunas mechas más oscuras, por debajo de los codos, cae liso y suave y mis ojos, azules, pero oscuros, no como los jodidamente perfectos ojos de Dylan.

Mi madre por fin se sienta, al lado de mi padre y frente a Dylan y a mí, por su cara puedo deducir que no va a decirme nada bueno…

Mi madre… ella es alta, como no, su pelo es corto, por encima de los hombros, pero le cae en tirabuzones, pequeños y dorados tirabuzones, creo que Dylan y ella son las únicas personas – Pinos – con el pelo más claro, dorado, de la familia, los demás, o bien rubio normal, o bien castaño.

Después de sentarse y servir los platos que faltaban empezamos a comer, extiendo la mano para alcanzar el mando de la tele, pero mi padre me da un manotazo.

- ¡Eh! – Me quejo y vuelvo a intentarlo, esta vez coge el mando y lo deja a su otro lado, quitándolo de mi alcance.

- Katherine – Empieza de nuevo… allá va – Nos preocupas…

‘’No me extraña’’ oigo murmurar a Dylan, le doy un codazo lo bastante fuerte para que suelte su cuchara y se frote el hombro. Sonrío triunfante y vuelvo la mirada a mi padre.

- ¿Por qué?

- Te pasas el día en tu habitación, no sales para nada más que para comer, y no sales, tienes dieciséis años, y no tienes amigos.

- ¿Para qué? Me acabaré largando y tendré que dejarlo todo para volver a empezar, y de nuevo volveré dejarlo, así, hasta que cumpla los dieciocho y me largue para no volver.

- ¡KAHTHERINE WAGNER! – Grita mi madre.

- ¿QUÉ? ¡Es la verdad mamá, y lo sabéis, no puedo tener amigos, ni novio – antes de seguir miro mal a Dylan por si se le ocurría decir alguna tontería – no puedo porque cambio de casa TODOS LOS PUTOS MESES! – Exploto.

Se hace el silencio y me acabo levantando, lanzo la cuchara sobre la mesa y me subo a mi habitación, cierro de un portazo, y me pongo los cascos, ni siquiera me apetece leer, solo quiero olvidar el mundo, olvidarlo todo.
Cute Yellow Pencil